Rompamos ya esta nefasta tradición
de ser parte de ese orbe adueñado
de conquistas e intelectos,
conquistador de la lógica
y arcano marcando territorios…
¿Para qué saberme sujeto universal
de poderío?...,
señor absoluto del lenguaje
y la gramática,
con la libertad sexual
en las venas,
profeta de castrantes discursos
preestablecidos,
ordenador y formador
del pensamiento,
creador de lo propio y ajeno,
¡con la mano bautismal de la historia!...
Tradición de inventores,
genios de la literatura
de primer orden,
exclusivos creadores
de la tecnología,
dueños,
magistralmente,
de femeninas propiedades,
abanderado
por totalitarias presencias,
de firmas fálicas
y cánones en cada esquina,
en este orbe
con olor a masculino:
En el ágora,
en la academia,
en la política,
en el Congreso,
enla Ciencia,
enla Iglesia,
en el hogar,
en el lecho…,
con leyes,
ideas,
máquinas,
costumbres,
voces,
líneas
y armas para triunfar…,
en donde no se ha dejado
de hablar,
oír,
y escribir,
para hacer sentir sus presencias
como jueces de la exclusión
y creadores de mitos opresores...
¡No!,
no quiero ser parte
de esta creación
hasta que reconozcan
tu marca en la historia,
hasta que te visibilicen,
y sí se atrevan a nombrarte,
y sí te reconozcan,
sexuada,
erudita,
indómita,
humana,
mujer...
¡Cotidianamente imprescindible!...
Del poemario de temática de género La otra mitad de mi diferencia, del escritor costarricense Carlos Díaz Chavarría.