Sentir sus manos recorriendo las mías era, ay Señor,
un canto proferido con ternura pero a la vez pasión;
era como un montón de corazones latiendo su motor
pero haciendo resonar con mayor fuerza mi corazón;
los dedos se esfumaban bajo pinceladas de atracción,
cada palma era un océano abierto dictando su razón;
sentir sus manos, vivirlas en cada trazo era, ay Señor,
sentir que todo se funde, el pasado y el futuro en hoy.