El autobús avanzaba rápido en medio de la oscuridad de la noche, el viaje duraría diez horas; conversaron de todo: de sus amores, de sus penas y alegrías, de poemas famosos de los suyos, de todo lo imaginado, Un gran silencio reinó, el autobus avanzaba, la noche cada vez más oscura, se veían las dunas del desierto sureño. Ella, sin poder evitarlo empezó a llorar como una niña. Él, creía que era por algún amor frustrado, pero no, era por él, porque el tiempo se vencía y debían separarse. Él consolándola, la abrazó, la llevó a su pecho y le susurro al oído cosas lindas, que abrigaron su alma. Esa tibieza, conllevó a otras situaciones. Los demás pasajeros, dormían, la proximidad de dos cuerpos que se atraían, el poco tiempo que quedaba y su ansiedad; su gran deseo de amar, de beber hasta el último sorbo de esa pasión desbordando de la copa de las delicias, se armó de valor y con gran osadía, empezó a descender su mano derecha por el vientre de su hombre, hasta alcanzar su objetivo, su amado, inevitablemente excitado empezó a respirar agitadamente, pero era una locura , estaban en un autobús con muchos pasajeros, aunque dormidos, pero presentes. Ella con gran osadía, con la vehemencia de un amor naciendo y creciendo con la impetuosidad de los volcanes, deslizó su mano por el interior de la prenda masculina, ya no pudiendo evitarlo, con sumo cuidado para no despertar a nadie, en ese autobús, en la mitad de la noche, las dunas y arenas como testigos, presenciaron, la entrega más excitante, de un amor anhelante, los dos, cegados por la pasión se amaron locamente se amaron.
Te amaré cuando el tiempo implacable
Doble nuestras espaldas y arrugue los rostros
Te amaré por encima de todo prejuicio
Te amaré locamente, hasta el final te amaré.