Me gusta el helado, no sé si ya lo había mencionado
pero me gusta..
Me gusta comerlo, especialmente, en un día triste. El día está triste igual que un canario amarillo enjaulado cerca de un parque. Me imagino que debe ser desesperante mirar tanto árbol, oler las hojas, y más allá el cielo, suspirando nubes.
Bueno, no imagino, sé lo que es sentirse de aquella manera.
Por eso el helado me parece un desierto, un frío y pegajoso desierto con sabor. Depende del sabor, no, depende mucho de lo que una se piense mientras se lo come.
Me gusta comerlo lentamente, mientras el helado rompe en mi boca como si fueran pequeñas patitas comestibles. Me gusta el de mánjar, parece de seda y luego el mundo, parece un lugar mejor.