Mi piel ya no conoce el blanco de tu pena.
La pena blanca de una pared que se ha desvestido
de su absoluta cara, de su mancillada barba.
Las mejores cosas no son nuestras
son siempre del devenir de la vida que se estremece
en la pesada voluptuosidad de una gota de lluvia.
La vaga luz en la sombra de una ausencia
la vaga vez en que vivíamos desnudos
en la geografía de un gesto que es el mismo;
el mismo espejo que no tiene
el lenguaje del recuerdo.
No es tristeza esta absoluta incertidumbre de saberse -vivido-
en la blanda flor acunada en los dientes mercenarios
cuando cerramos el destino y jugamos a desflorarnos.
En algún momento no seremos lo que nos quede
seremos lo que nos queda de esta dulce y necrótica
mancha con ganas de limpiarse y volverse ese espacio en blanco
al que descolgamos cuando el duro trasplante de motivos
nos elige de cualquier pared en la que hemos escrito;
el primer graffiti.
El tiempo nos mata mientras estamos viviendo