Se oye el grito del arriero
que retumba en la madrugada
y va arreando la vacada
con ese grito altanero.
Su grito resuena en el potrero
con inmensa algarabía
y anuncia los claros del día
mientras ahuyenta su sueño.
Va arreando con mucho empeño
el entusiasta caporal
y lleva las vacas al corral
directas para el ordeño.
Y es que su eufórico grito
va empujando a la vacada
que al sentirse acorralada
se va por un solo caminito.
Esa bonita faena
típica de lo campestre
merecía un poema,
y por eso, hice este.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero. Derechos de Propiedad Intelectual Reservados.