Una de las alegrías
más grande de mi vida.
Estaba en la sala de espera.
Con mi cuñada. Tu tía,
la hermana de tu madre.
Muy a la expectativa
de tu nacimiento.
Omito día, mes y año.
Sé que no te agradaría.
Obviaré esos pequeños detalles...
Lo importante es que
esperábamos tu nacimiento.
Y llegaste, naciste.
Cuando la enfermera
anunció tu llegada,
mi corazón estallaba de emoción.
Tu tía me entregó
tu cuerpecito en mis brazos.
La emoción que sentí,
no la he vuelto a vivir.
Lloré de emoción.
Te observaba como
si tuvieses en tu rostro
el de tu abuelo, mi padre.
Cuando yo era más joven
era muy parecido a mi padre.
Creciste como un niño feliz.
Y nosotros veíamos crecer
al niño más hermoso
que pudiese existir
sobre la tierra.
Todos los padres opinamos
lo mismo de nuestros hijos.
Estudiaste, trabajaste,
te enamoraste, te casaste,
delinquiste, robaste,
mataste y moriste.
Como al nacer,
en mis brazos.
Esta vez, también lloré,
de angustia... por dolor,
y resignación...
El destino, la vida,
quiso que te fueras de este mundo.
Y yo, agradecí a Dios tu muerte.
Fue lo mejor que pudo sucederte.
Vivir como vivías, era mejor la muerte...
Todos los derechos reservados del autor( Hugo Emilio Ocanto - 24/02/2013)