"Cuando Dios nos ofrece un don, al mismo tiempo nos entrega un látigo, y éste sólo tiene por finalidad la autoflagelación". Truman Capote
Confieso que no leí "A sanfre fría" y que me conformé con la película. Reconozco que de repente tengo una especie de "prejuicio literario" que me lleva a aferrarme a preconceptos sin fundamento alguno. Confieso que continúo sin leer "A sangre fría" pero hoy por hoy desearía hacerlo. Este señor Truman Capote (1924-1984) llegó de casualidad a mi vida, y creo que se quedará por bastante tiempo. Es un maestro, para mí, un genio. "Un día, empecé a escribir, sin saber que me había encadenado, de por vida, a un amo noble pero despiadado. Cuando Dios nos ofrece un don, al mismo tiempo nos entrega un látigo, y éste sólo tiene por finalidad la autoflagelación", afirma el escritor en el prefacio de su libro Música para Camaleones, y continúa: "Yo escribía historias de aventuras, novelas policiales, escenas cómicas, cuentos que me habían narrado ex esclavos y veteranos de la Guerra Civil. Me divertía muchísimo, al principio. Dejé de divertirme cuando descubrí la diferencia entre escribir bien y mal, y luego hice un descubrimiento más alarmante aún: la diferencia entre escribir muy bien y el verdadero arte. Una diferencia sutil pero feroz. Después de eso, cayó el látigo". Nunca leí definición más exacta de lo que implica tener un talento e intentar desarrollarlo, en el ámbito que fuera. Un don, un talento... suena más a beneficio que a compromiso; y, sin embargo, como lo dice Capote, ningún don llega sin un látigo en el combo. Así pasa muchas veces con la poesía, escribir tiene como desafío hurgar en lo más profundo de nuestros sentimientos, aprovechar los estados de melancolía o tristeza, para recurrir a la pluma, en lugar de llorar... o mojar la tinta o el teclado, en todo caso. Mi pensamiento es que ningún escritor puede llegar a sus lectores si no es "real", real en sus penas, en sus fracasos, y también en sus alegrías. Un ser perfecto y triunfador no tendría nada que contar, digo yo. ¿Qué mejor que sacarle provecho a las experiencias que nos deja la vida, teniendo al menos unas líneas que compartir gracias a ellas? A menudo me preguntan porqué lo que escribo es mayormente triste. Tuve que preguntármelo yo misma durante bastante tiempo, hasta encontrar la respuesta: pasa que las alegrías las vivo, y las tristezas, las escribo. Mi látigo está en aceptar que debo escribir muchas veces desde el dolor, la nostalgia, tristeza o melancolía, y muchas más veces de las que, en realidad, me gustarían. Escribí, no hace mucho, este intento de acercamiento a lo que es mi "látigo": "Parirás con dolor, los versos de tu vientre". Recuerdo que cuando comencé a escribir, me decían siempre que el escritor debía tener la virtud de la "empatía"; es decir, la capacidad de ponerse en el lugar del otro y experimentar situaciones, como si las hubiese vivido él mismo. Un escritor que no puede establecer "empatía", tal vez pueda escribir, no lo sé, pero lo que escriba difícilmente será sincero; al menos cuando no escribe desde sus propias situaciones. Eso creo yo. Esa virtud de la "empatía" tiene un látigo que está justamente en el ser capaz de sentir como el otro, llorar como el otro, sentir tristeza como el otro, sentir la derrota como el otro, pero, afortunadamente, también las alegrías y los triunfos del otro. Nos mantiene bastante a salvo de la envidia. Y a propósito de envidia, este libro "Música para Camaleones", llegó a mis manos tras un intercambio temporal de dos obras de Osho, por una obra de Capote, con un amigo. Mejor no preguntarse qué tiene que ver el pensador Osho con Capote, y por qué el lector de Capote leería a Osho, y por qué la lectora de Osho leería Capote :D Sigamos de largo nomás. Me llevo años decidir pasarme del encantador prefacio, pero aproveché algunos feriados para hacerlo, y encontré un cuento que sigue la línea policial de la no ficción de "A sangre fría". El cuento se llama "Féretros tallados a mano". Antes de leerlo no tenía mucha idea de como podía desarrollarse una obra desde la no ficción. En especial, me cuestionaba el mérito literario que pudiera tener la trascripción de un hecho, o incluso, la copia fiel de diálogos. ¿En dónde podría estar el mérito del escritor? Leyendo el cuento poco a poco me fui enganchando, y no tardé en encontrarle el "látigo". El armado de la trama es excelente, como Capote va manejando el relato mezclado con los diálogos, inclusive reconociendo su también precaria humanidad, al ponerse él mismo, con virtudes y defectos, como uno de los protagonistas de la narración. Pero el verdadero látigo está al final. No podría haber imaginado un mejor final. Vale la pena asistir a la "auto-flagelación" de Capote, diría que hasta "inmolación", ¿por qué no? en su relato "Féretros tallados a mano". Luego, los invito a pasar por la pintura que hace de la mítica Marilyn Monroe (gran amiga de Capote) en "Una hermosa niña" y, por último, al relato de cierre en donde Capote confronta a Capote en "Vueltas nocturnas". Yo, por mi parte, no necesité pensar mucho ni autoflagelarme para reconocer, sin látigo de por medio, que es un capo Capote. Y sí.. caí en un lugar común :D