rodulfogonzalez

AGUAS

¿Cuántas veces, dime, las aguas del río de mi infancia

les imprimieron a tu delicado cuerpo

la misma frescura que al mío,

ya curtido por el paso inevitable de los años?

¿Conociste en Agua Caliente,

ese inagotable caudal de líquido elemento que huele a azufre y

que da vida a los bañistas,

la ninfa que,

según la leyenda,

se aparecía caprichosamente para limpiar

su desnudo y angelical cuerpo de impurezas?

Y que era muy bella y,

quien tuvo la fortuna de conocerla,

tenía su primera experiencia amatoria,

pero divagaba, como yo,

desde que tú,

exquisita dama, te aposentaste plácidamente 

en lo más recóndito de mi corazón

para darle vida en abundancia

y reencontrarme,

por tu intermedio,

con el pueblo que Dios escogió

para nacer de un viente cuya

dueña no me fue dado vivenciar.