Me dieron tus zapatos.
Me los entregaron
en una bolsa negra y la tomé,
la abracé con el arrebato de una madre
a la que le entregan
a su hijo moribundo.
Cogí tus zapatos y los llevé
asidos a mi pecho,
apretados.
Calzándolos en mis manos puse,
dentro de ellos, una foto
del padre y seguí
apretándolos.
Todos me miraban:
la bolsa negra...
Todos me miraban de reojo...
Interrogando...
Tus zapatos.