Entre el naufragio de la
cuarta y la quinta escalera,
entre el descanso
del viento del barco y la vela,
mis palabras se pierden
y mis ojos se cierran.
Ni un vaso de agua errante,
ni una película romántica en la niebla
surca el mar y me mira y me dice
que soy yo de quien habla este poema.
-Sí, soy yo, y lo sé;
pero puede que no lo sepa ella.