Las horas muertas sabían a helado de limón.
Las cicatrices de un alma que nacía se curaban con canciones de cuna.
Las horas muertas olían a azul piscina.
Las páginas en blanco que escribían nuestro futuro, volaban con furia y casi con inocencia.
Las horas muertas eran redondas y rechonchas.
Los besos que se escapaban en suspiros locuaces se quedaban en las horas muertas.
El azúcar,la sal y el veneno, aderezaban el cemento que pisabamos, y que abrázabamos con delectación.
Las horas muertas parecen resucitar en cada tarde de verano.
¿Amanecerá alguna vez con tanto calor el sol?