Un amor exquisito que acabare en cada beso,
que rindiere pleitesía a tu pecho triste;
que ahora mime, mire, juegue y conquiste,
y que cale, como tú, en cada hueso.
Un amor infinito que fuere de los de escuela,
que pidiere lleno de júbilo y alegría;
que ahora llore, cante, corra y sonría,
y, sobre todo, un amor que no duela.