Soñé que Don Luis Borges regresaba
hablando de ajedrez en un soneto
describiendo el ingenio del fiancheto
al citar a maestros que admiraba.
En mi sueño el poeta me confiaba
una tarde a la sombra de un abeto
su profundo cariño y su respeto
por su padre, a quien él tanto extrañaba.
Contaba de organitos callejeros
de duelos en callejas de arrabales
en tiempos de feroces cuchilleros
de la luz de la luna en los puñales
y la muerte en los barrios orilleros
danzando por los turbios andurriales.