Un lázaro y el amor
Poco me queda de amor,
se dice un hombre en la fosa,
pero allí brota una rosa
y esparce el viento su olor.
Allí mismo un picaflor
se nutre del dulce polen,
así pues nunca se inmolen,
que es la vida una esperanza
y hasta un Lázaro ya alcanza
regresos que lo arrebolen.
La vida, si tiene plazo,
no acaba en el ataúd,
es eterna su virtud,
es infinito su paso.
De cada cual en su caso
depende hasta donde llegue
y hasta el que por fin se entregue
a su descanso final
nos deja en cualquier trigal
un rumbo en que se le riegue.
Así pues, a no rendirse,
mañana hay sol, hoy estrellas,
un camino y muchas huellas
para seguir antes de irse.
Si un día hay que despedirse
sólo será un hasta luego,
como el fénix en el fuego
siempre renace la vida,
más si ninguno se olvida
del amor y su sosiego.
Y es que así pasó de veras,
sin pasión ninguno nace,
y que de nuevo esto pase
lo anuncian las primaveras.
Ellas dicen: no te mueras,
mereces el sol que tocas,
el beso de tantas bocas,
la esperanza de un abrazo
y de la vida el regazo
en que de amor desembocas.
Así pues, mujeres y hombres,
no dejen de darlo todo
por un beso, por un modo
de al amor darle sus nombres.
Y tú, el muerto, no te asombres
de verte vuelto a la vida,
ya lo estás en quien no olvida
tus caminos y tus sueños,
el resto son tus empeños
y este sol tu bienvenida.
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24 02 13