El odio me golpeó,
tratando de provocar amargura;
pero tu amor me consoló
y produjo en mí dulzura.
Del amor no había presencia;
dudas e incertidumbre ante su ausencia.
Pero tu constante amor produjo en mí fortaleza,
a través de la paciencia.
A toda prisa
se agolpaba sobre mí el dolor,
pero tu obstinado amor
hizo surgir la risa.
El sufrimiento trajo tristeza,
pero tu amor rescató de allí la belleza.
Aspereza e irritabilidad amenazaban con quedarse,
pero gracias a tu paciente benignidad
la ternura logró entronarse.
La violencia y la indiferencia
la sonrisa intentaban apagar,
pero tu fe en mí
no me permitió naufragar.
La noche anunciaba soledad;
desesperanza en la oscuridad,
pero con la luz del día
tu fiel amor trajo la alegría.
Injusticia e insensibilidad;
egoísmo y maldad.
Terminó con la discordia
tu bondadosa misericordia.
La fría tormenta en la noche oscura
el mar con fuerza hizo agitar,
pero en lugar de sucumbir a la amargura
la vida verdadera logré encontrar.
Porque pusiste fe en mí
y sacaste lo mejor de mí.