Cuando con mimosa ternura, bien mío,
me dijiste que nunca de mí te olvidarías,
que ni la distancia, ni la muerte nos separararía,
porque somos el uno para el otro, la misma carne,
el mismo aliento, la misma visión,
el mismo gusto por la belleza campestre,
tan tuya y tan mía, me sentí ebrio de amor
Y grité de alegría.
Y el eco cómplice multiplicó en el paradisíaco paisaje
mis gritos que parecían demenciales.
Y la amigable montaña, y los esbeltos árboles,
y las mariposas de todos los colores
y las aves de cántico exquisito,
las florecitas silvestres perfumadas y de variados colores
celebraron mi felicidad y mi ebriedad de amor.
¿Te arrepentirás algún día o el paso del tiempo,
el poético o real, fortalecerá esa ofrenda de amor?
Hotel Concorde, Buenos Aires, Argentina, marzo de 2012.