Cae compasada la lluvia
y corren las gentes con prisa;
paraguas se entreabren piadosos
y libran de un frígido baño
a sus dueños que cruzan las calles
mojados por gotas gigantes.
Arrecia el caer de la lluvia
y en ríos las calles se tornan,
los autos en rauda carrera,
regalan con fango los limpios
vestidos de aquellas personas
que vienen y van corriendo o de prisa,
maldicen con furia la burda lavada,
los puños se crispan, se cierran ...,
mas luego una mano al bolsillo
recurre en demanda de auxilio,
un blanco pañuelo aparece
y con prisa los fangos sacude.
Amaina la lluvia, los negros
paraguas se cierran y pronto
las calles se secan y vuelven
las gentes en loca carrera
de acá para allá, presurosas.
Y yo, tan tranquilo me quedo
mirando las idas, venidas,
los rostros de todos, ansiosos,
tranquilos, alegres o tristes.
Y pienso, si todos pensaran
que así cual la lluvia se seca,
las vidas también se evaporan;
que son como gotas los días
que dura una vida, por larga,
por triste, por buena que sea.
¿Qué importan las calles, los autos,
los ríos de fango, los blancos pañuelos
que pierden su limpia blancura,
qué importan las furias de aquel caballero,
de aquella señora, qué importan?
Si todo no es más que una farsa
de gotas que caen, de lluvias,
de gentes, de carros, de ruidos;
si al fin de las cuentas, se olvidan
los baños fangosos, los sucios
pañuelos y negros paraguas?
Si todo se acaba y se mueren
las penas tras unas las otras
y todas las gotas se secan
al más tímido rayo del sol...
Farsantes, vivimos eterna comedia.
¿Qué importa todo esto, si versos
se vuelven las cosas que pasan,
si versos se vuelven que vuelan
como aves viajeras que emigran
al soplo ligero del viento ...?
¿Qué importan?