Era de mañana, el sol siempre brillaba,
todo pensar me concentraba tu deidad.
El primer paso olvidando a la crueldad
fue sentirse esa suave caricia del alba.
Tu princesa, eso me dijistes que te era,
la mujer que iluminaba en tu oscuridad,
quien hizo, con tu dolor, a su curandera
desterrándose como pasado la soledad.
Tanto compartimos juntos así por amor,
también sentimos llanto por tanto dolor;
alegrías y tristezas nos resulta esta vida,
tu frío abrupto a mí dejaba sorprendida.
¿Por qué se terminó simple? ¿Qué pasó?
Mi corazón, aún con tu puñal es que late,
dulce, te sigue dando lo que sea combate,
no me vendas que lo nuestro se terminó.
Tal vez lo de nosotros fue algo inmaduro,
igual extraño tanto tu entrega tan devota;
ahora entiendo que fui yo la de ser tonta,
igual sigo convencida que tenemos futuro.
Verás aunque te parezca falsa idolatría,
mi esencia perece, anhela a tu compañía;
cierra esos ojos y respira bien profundo,
siempre serás insustituible en mi mundo.