vivalavida

Usar el corazón como un arma

Tres, dos, uno y el mundo se abría a nuestros pasos.

Era la inauguración perfecta para el mejor momento de nuestra existencia,

un soplo, una aviso, una ley invisible que nos sostenía cual líquido amniótico.

Famélicos, ansiosos, frenéticos desayunábamos madrugadas.

En una vuelta infinita, en un tiovivo de jadeos íbamos definiendo nuestra rutina.

El paraíso se escondía en cada acera, y nosotros, como fieras agazapadas,

nos lanzábamos a la euforia.

Vampiros de la alegría, víctimas del éxtasis, enemigos de la noción del tiempo 

y amantes inconfesos.

Nos merendábamos la felicidad, sin saberlo.