Canto a Santiago
De la ciudad que yo amo, aquí les cuento,
bajo mi piel la llevo, bajo el pulso,
encima de mis labios, ojo adentro
y siempre, siempre en mi balcón de cantos.
En ella no nací, vine de lejos,
de un campo con montañas y sauzales,
de allá mi soledad vino al gentío
y algún abrazo hallé como el de casa.
Espero yo también ser bueno en ella,
ya sea en el color de los ocasos que la cubren,
en el temblor del metro cuando vuelven los obreros,
o en la mesa de ayer, a la que vuelven los perdidos
buscando sin cesar al asesino de sus sueños.
Es fácil no querer la prisa del sin rumbo,
las dudas del sin fe, las sucias calles,
el aire envenenado del progreso
y aquella oscura flor en los cabellos de la amada,
pero así sucedió, hubo mercaderes
que a mansalva sacaron al hombre del proyecto,
y alzaron tantas torres que allí, en plena semilla,
la tierra se perdió por no sembrar la primavera.
A veces todo es nada en el gentío,
ni para soledad dan los silencios,
y en nadie hay pervivir si no es atados a la estela
que el segador de signos va dejando en nuestras calles,
pero hay también amor en los ministros que se besan,
en cánticos poblados de pobrezas y esperanzas,
hay también amor en los que pierden la paciencia
y de un solo lagrimón van abrazados a su noche.
Santiago es la ciudad que busca y pierde hermanos,
que cierra y abre puertas, que no sabe de justicia
y abriga alrededor de sus millones de habitantes
una esperanza simple de encontrar el buen camino.
Cantan los vendedores de su vega laboriosa,
los camiones reparten mesas, libros, peces, televisores, betarragas,
la gente corre a prisa sin saber qué les espera
y el niño en las escuelas pide un cielo no poluto,
a veces sus estrellas son algo más que lentejuelas
y el río turbio y sucio más que un surco avergonzado,
a menudo sus hazañas no aparecen en los diarios
pero el padre besa al hijo sin querer auspicio alguno,
Santiago no es poeta pero entiende de esperanza
y aún conserva como un sueño el de las grandes alamedas,
comparte su dolor con las vitrinas sin respuesta
y espera como yo por ese beso del futuro.
Cantando voy con él por el fulgor de cada tarde
y espero amanecer con sus espinas vueltas rosas,
Santiago es mi ciudad y aquí les dejo nuevas llaves,
recórranla y me avisan cuando renazca su alegría.
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25 02 13