La que sabe de mí, más de lo permitido,
la que cuida mis pasos por todos mis caminos,
la que nunca me engaña, la que nunca me juzga;
es mi huella, es mi apoyo es mi fotografía,
es el leal espejo de mi alma adolorida,
bosqueja en el silencio mis sueños y fantasías;
a pesar que su imagen muestra tanta tristeza,
canta cuando yo canto y ríe cuando río.
esta sombra morena, es mi sombra querida,
la imagen de mis gestos, de mi melancolía.
Hoy que he vuelto los ojos, a mi sombra la he visto
que su paso es más lento, se va quedando lejos,
que está anciana, está débil, está sin energía,
parece que ha caído nieve a su cabellera.
Caminante, te pido no pises a mi sombra,
ten piedad por favor y cura sus heridas,
¿no sientes su dolor, no escuchas sus gemidos?
Tiene herida la piel y el alma adolorida.
Te regalo un consejo amigo peregrino,
nunca vayas tan cerca del borde del camino,
no arrastres a tu sombra por esos precipicios,
que ella siente los golpes, los golpes de la vida
tiene sangre y aliento y tiene alma de niña.
¿Que será de mi sombra cuando yo la abandone?
¿Cuando deje este mundo lleno de hipocresía?
Repetirá sus pasos, por sendas recorridas,
y llorará a caudales un adiós en infinito,
no querrá estar sola, querrá estar conmigo,
sucumbirá de pena, rodará al precipicio.
No te vayas mi sombra por ignotos senderos,
ven acá al cementerio para dormir conmigo
que hay un sitio ideal en mi postrero nido.
Eugenio Sánchez Bacilio