Me invade el rostro enorme
de la gaviota solitaria,
el despertar sin poner un pie en el suelo
sino en alguna nube malamanzada
que se lanza contra cualquier cabeza
Y sospechar que tuve un cielo despejado
que tuve aire sin cadenas
sin monstruos, ni pájaros negros.
Tuve y ahora tengo sin tener.
A mis hombros se les permitía
volar perfectamente acompañados
El miedo
¿dónde es que duele este miedo
y por qué me habla tan seguido?