Detrás de una pícara mirada,
con el pelo al viento en una tez morena
se esconden unos ojos de ingenua traviesa ...
Es esa niña que los juegos de mi infancia me debe,
aquellos que la vida nos prohibió...
al no permitirnos nacer del mismo vientre
aquella madre que nos parió...
Me debe unas rayuelas,
me debe unas saltos a la cuerda...
¡Me debe el correr
y agarrarme de las mechas
por mirar al muchacho aquel
que a ella le gustaba!!...
¡Es la que yo elegí para volcar en ella, mi hermana;
todo mi amor postergado de tener una compinche,
una guardadora de secretos, una íntima amiga
que en mis sueños infantoadolescentejuveniles
tanto tanto y tanto necesitaba!
¡¡Tanto tanto le hubiera agradecido
que en el ayer me diera la mano,
que, incluso, ¡por qué no!. me regañara...!!
¡¡Cuánto la he echado de menos!!
Ahora, al correr de los años,
no sé qué dios se hizo cargo,
ni tampoco, la verdad, me importa demasiado,
pero lo que sí tengo muy claro
que ella siempre estuvo ahí, esperando,
en el borde del camino de la vida,
en un país no muy lejano,
a que yo, de fraternidad mendiga
apareciera con un cordón en las manos…
¡¡Oh, sensación innata que tenemos
los que siempre en falta echamos
a nuestro deseado gemelo!!