El árbol de la vida
entra al Edén virginal,
ofreciendo el frUto
de la rama florida
en lo hondo de la herida luminosa,
resbalando suavemente
por la pendiente sonrosada
de un canal que espera
el cauce de la riada
-la tierra darà cosecha
de la entrega amorosa-,
y abrazado y lamiendo y meciendo
la cuna de ébano
dejará los granos
del silo, que él guardaba.,
mientras una lluvia
de estrellas blancas
iluminan el techo de la cueva gustosa...
Gusta -ambos gutan-, se agita, se enhiesta,
gemidos susurra - ambos susurran- , esparciendo el polen
de sus hojas.
Quiere entrar y acariciar
la seda de la sala deslumbrante
con la seda de de su flor,
y que el río riegue
la fecunda tierra -horno incandescente
que lo estrecha-,
para el devenir
de otra futura existencia...
(Rindo homenaje al pene:
Faro que ilumina el Templo Sagrado
de la Diosa.)
-salvador-