Hay recuerdos
que uno no quiere que se pierdan.
Melodías tejidas dulcemente
tras el velo de las puertas.
Palpitares,
galopes de corazón que nadie viera
y sonrisas como rayos
que todas las tinieblas atraviesan.
Hay recuerdos
que no imaginamos omitidos,
que nos inundaron de ternura,
que hicieron aspavientos de grandeza.
Manos chiquitas que nos fortalecieron,
manos viejas que allanaron la tristeza,
palabras que endulzaron los oídos
y quitaron del alma su condena.
Ciertamente, hay recuerdos y recuerdos
que merecen pasar a vida eterna.