Señor dime:
¿Por qué empalidecen los claveles
y las espinas del rosal no pinchan?
Señor dime:
¿Por qué se destiñen las mejillas,
los dientes se caen y no muerden?
Señor dime:
¿Por qué los niños ya no ríen
y no cantan las aves en la mañana?
Señor dime:
¿Por qué desaparecen la lozanía y el verdor
y no calcina el fuego los leños del hogar?
Señor dime:
¿Por qué la sal se desvirtúa y no sazona
y el agua, el terruño no fecunda?
¿Será Señor,
que están anonadados los espíritus
marchito y sin vida el pensamiento?
¿Será Señor,
que la idea de Dios se esfuma
como en el estío la bruma matinal?
¿Será Señor,
que está cansada el alma y agotada
añora tu presencia y compañía?
¡Vuelve Señor! ... ¡Vuelve Señor! ... ¡Vuelve señor!