En una vida, infinitamente finita, pura y valiosa,
en lo que importa la tuya, donde feliz me tienes,
no existe mayor aspiración ni de ser otra cosa
que no sea amarte, defendiendo lo que defiendes.
Con lo ajeno o con lo propio, no cambia tu rosa,
tu perfume es lucha propia que de vida enciendes;
eres el amor inocente que perdura ante toda fosa,
la fuerza de un corazón noble caído de los edenes.
No se puede borrar con el tiempo el amor logrado,
pero, con las mismas agujas, igual sigues vigente;
permanece como estatua celeste tu áureo legado.
Es por eso que jamás será posible que estés ausente,
en una vida (la mía) ejerzo con tu placer otorgado
la devoción de continuar lo que eres, buena gente.