Hector Adolfo Campa

Me apetece nombrarte como mi despertar

Me apetece nombrarte como mi despertar,

Como el sol que me sale del pecho,

Como horizonte crepuscular,

Como un ave madrugador al despertar.

 

Y me apetece tu mirada para con ella despertar,

Para beber del color de tu mirar,

Para hoy encontrarme despierto,

Y no tener que buscar entre las horas algún pretexto.

 

Y ahora me parece que te llamare soledad,

Pues ciento que tu sonrisa esta perdida,

Extraviada entre esta inmensa ciudad,

Y no se por que si me tienes aquí, en complicidad.

 

Pero no tengo palabras,

No tengo una sola respuesta a tus preguntas,

Solo se que despierto y eres la sonrisa y las frutas,

Y que me envuelves en el deseo de levantarme,

De despegar el vuelo como un cuervo que a gorrión se convierte.

Y te encuentro ahí, con tu nuevo nombre desolador,

Y me siento a tu lado, me impregno en tu aroma,

Me visto con tu risa y no encuentro la hora,

No encuentro el momento para pedirte tus besos,

Para meterme en tus sueños y arar las tierras que han dejado infértiles,

Y decirte que me mueves, desde el alma hasta mis bellos,

Y tomarte de la cintura y darte vueltas entre las estrellas.

 

No encuentro el momento,

Aunque me apetece decirme tu ciervo,

Y se me antoja mostrarme imperfecto,

A ver si así me regalas un poco de eso,

Que te hace tan exquisita y radical,

Como un drama y un rosal,

Así, sencillamente compleja,

Tan imperfectamente selecta.

 

Y se me antoja una última cosa,

Nombrarnos extraños,

Para así algún día,

Danzar en tus labios,

mecerme en tus cabellos,

y mis dedos poco a poco,

Suban desde tu mano hasta tus miedos;

Simplemente para darte lo que no comprendes,

todo eso que alguna vez, creíste conocer por entero.

 

Pero recuerda algo mi deliciosa mujer de soneto,

Aun no somos viejos, y mucho menos hemos muerto,

Solo somos un segmento en el crecer del pasto,

Y en la vida que hay entre nuestros pasos.

Tenemos todo en un suspiro,

O por lo menos,

Se me antoja que sea cierto.