María

Edema de Glotis

Siempre llevaba un puff en la cartera.

Tenía otro en mi mesa de noche.

Otro en mi escritorio.

Ritual de larga data.

 


En situaciones más que extremas lo necesitaba.

Mi médico no encontraba sustrato orgánico.

 


Época de Universidad y salidas con amigas.

Con una mirada siempre elogiada, cada una de esas noches varios estudiantes me   rodeaban.

Aceptaba bailar con quien más me agradaba.

Felices, iniciábamos una relación.

Pero al tiempo terminaba.


 

El patrón se repetía, calcado.

El vínculo avanzaba.

Al cariño le sucedía el Amor.

Y el Amor implicaba mayores compromisos.


 

En las distintas oportunidades en que me plantearon matrimonio mi garganta se cerraba. Puff. Nervios.  Guardia médica.

Y así iban prescribiendo mis “pretendientes”.

No podía con las implicancias del tal pacto.


 

Pasaron años.

Evolución, sensatez, madurez.

Puff archivado.


 

Ayer me reencontré con mi primer novio,

Amena cena.

Sobremesa con complicidad y miradas sostenidas.

Indicios de “Peligro”.


 

Ya en su auto, atisbos de silbidos en mi garganta.

Repentina sensación de falta de aire.

Como pude, le pedí que me acercara a una Clínica.

Quiso acompañarme. No lo permití. Me dejó allí.

Luego del Decadron inyectable,  cama y pensamientos.


 

El me dejó en la Guardia.

Yo lo había dejado  veinte años antes.

Me presioné, quise intentarlo.

¡Alto costo!

Aún no es mi momento…

Nuevamente llevo el puff en mi cartera.