El llanto no pude evitar, temblaba, reía,
y al mismo tiempo mi cuerpo puro te entregaba,
mi corazón palpitaba fuerte de alegría,
torbellino, mi alma enamorada te adoraba.
Transcurrieron horas de entrega total y plena
arrasando cualquier sentimiento de tristeza
mi corazón y mi alma se unen a tu alma en pena
que la juventud nos ha arrancado con fiereza.
Entre cuatro paredes, de pasión desbordada
mudos testigos fueron esas sábanas blancas
de aquella dulce y tierna inocencia que te daba.
El tiempo se detuvo, los relojes pararon
fueron instantes en que abandonamos el mundo
y por primera vez, las campanas repicaron.