Hugo Emilio Ocanto

Durmiendo entre los muertos (GRABADO)

Me encuentro en una

desastrosa situación financiera.

Gasto mis últimos pesos,

tratando de economizar.

No me alcanza la miserable

jubilación que cobro.

Toda una vida trabajando,

y cuando llega el momento

de descansar, después de

décadas de sacrificio

y esfuerzo, tengo que buscarme

hacer una extra para poder sobrevivir

dignamente. Hay responsables

de mi situación económica.

Ellos que vivan en sus palacios,

y nosotros, pobres jubilados,

tenemos que cobrar

la mierda de jubilación

que cobramos. Pluralizo

porque no soy el único

jubilado que cobra unos míseros

pesos... pero, todo aumenta,

tenemos que ir a hacer compras

fijándonos primero en el precio,

y después en el producto.

Rico país el nuestro,

excelentes gobernantes

que nos hacen la vida ostentosa

y feliz. Vivimos como príncipes...

del hambre y la miseria.

Esto nunca finalizará.

¡Qué será de la pobre

futura generación!

¿Quién salva a nuestra Patria?

No he de estar para saberlo.

Hoy se me presentó

una linda changa.

Una familia amiga muy pudiente,

me ofreció un trabajo de sereno.

Por lo que me pagarán,

me tentó el ofrecimiento.

No el lugar.

Me ofrecieron ser custodia

de un panteón, en el

cementerio, por supuesto...

El amigo que me propuso

tal trabajo, se reía al relatarme

lo que les había sucedido.

Ladrones entraron en el panteón

familiar, y robaron caros candelabros

y un finísimo crucifijo.

Forzaron la puerta, entraron

y robaron, así de simple.

Este amigo en realidad

se reía porque imaginó

que yo habría de tomar

el ofrecimiento con pánico

u horror, se equivocó.

Ni siquiera me inmuté.

"En una de esas, estoy

más seguro entre los muertos,

que viviendo al lado de los vivos",

le respondí. Grande fue su sorpresa.

Me observó con admiración.

Pactamos, a manera de prueba,

lo que me pagaría por una noche,

hacer de custodia de sus muertos.

Previa autorización de la

administración del cementerio.

Cené en casa...fui al cementerio,

el sereno me abrió la entrada principal.

Había una inmensa luna llena

que iluminaba el camino

a mi destino. Llevé una linterna,

por si la necesitaba.

Casi no fue necesario.

Con su respectiva llave,

con su cerradura ya cambiada,

abrí la puerta del panteón,

y entré... anticipadamente

me habían dejado instalado

un muy cómodo sillón.

Me siento. Podía divisar

lo que en él había.

Placas de ónix cubriendo

el cajón de cada uno

de sus tres muertos.

Silencio, silencio total...

Me quedé pensando,

pensando en la paz de esos muertos...

¡Cuánto silencio!...

Hubo un momento, cuando entre dormido

estaba, que me pareció escuchar

un extraño ruido, o sonido...

algo así como si algo,

o alguien golpeara...

no sé qué, tal vez...

alguno de los cajones,

de los muertos...

Lo escuché en el transcurso

de la madrugada,

dos o tres veces, ese sonido,

o ruido... al entrar allí,

había cerrado con llave la puerta.

¿Lo habré hecho para estar más seguro?

Tal vez...

después recordé lo que

le había dicho a mi amigo:

"En una de esas, estoy más seguro

entre los muertos"...

Recordé estas palabras...

y me quedé más tranquilo.

En realidad, no me sentí mal,

no tuve miedo.

A pesar del tremendo silencio,

me sentí tranquilo,

si no hubiese sido por ese sonido...

Pude dormitar un poco.

A las seis y media de la mañana,

abandoné el panteón.

Ya la puerta principal estaba abierta.

Salí. Tomé el ómnibus.

Llegué a casa. Tomé el teléfono.

Hablé con mi amigo,

uno de los dueños del panteón,

le dije:" Misión cumplida, hermano".

Una changa, tranquila, silenciosa...

y con un efecto especial...

sonido que salía de uno de los féretros.

Todos los derechos reservados del autor (Hugo Emilio Ocanto - 05/03/2013)