Me siento encandilado por el braille de tu piel:
delicada expresión de la materia.
Mi ruego solicita tener su proximidad,
la de tus ganas y epidermis.
Pido:
Fundirme por entero, con todos los jarabes
que derrama tu ser,
jarabes que sanan aún sin proponérselo.
Al poseer, tu persona, un lenguaje pleno,
plagado de blancos encantamientos.
Sigo...
sigo probándote...
consigo empaparme... de ti por entero.
Con este ritual
asciendo hasta el nacimiento.
Te persigo hasta un extremo
donde estrechándose los cuerpos,
siemmpre viene, siemmpre cabe...
derretirse en el apriete;
derretirse y renacer.
Y se desmorona el barro reseco.
Se pulen asperezas, se raspan las escamas.
Cuarenta grados se desperezan y prenden,
los antes, helados ambientes.
¡Ahora sí!, soy capaz de llegar a advertir;
como un ambiente es untado, a la par,
por el sabor a pasión
y el de la virginidad.
Me cautivas.
Cuando inspirada,
a mi lado cultivas,
deliciosos postres,
(con sabor a mañana
y no a un vencido ayer).
A las ácidas naranjas
las deleítas con miel,
y extraes la combinación perfecta,
Sé que todavía reservas
el frescor de la hierbabuena,
(seguro habrá un después).
El futuro está cerca; el nuestro.
Derrites sabor a hogar...
Resopla la cafetera
y remuevo este azucarado
amor con mi cuchara.
Veo la mantequilla resbalar
sobre el tricolor de la tostada.
Mordemos a una vez los dos;
y este bocado demente,
y a la vez, cordial y sensato,
llegará a valer más allá de los ochenta.
Con cada pisada nuestra,
rezuma un goteo...
y de elixires se sacian mis espacios,
donándome un éxtasis,
flotabilidad, ¡el nirvana!,
y la sensualidad apunta hacia la cúspide,
e innova, crea movimientos.
Sin estilismos
se puntean detalles,
(dignos por naturaleza).
Los dedos,
mis manos,
tus pies,
pincelan y absorben,
dibujan remedios
para el cuerpo y los aires.
Juntos, volcamos aquellos sentimientos
que le valdrían a museos;
¡obras repletas de arte!.
Se deletrea un inmenso imaginario;
góticas curvaturas
y esmerados lineales,
Finalizamos los crepúsculos
con un baile de credulidad inmortal
aún sabiéndonos mortales.
«La percusión: a corazonadas;
repiquetea, llena la estancia
y humedece las sábanas.»
La vereda nos cobija, pero se estrecha
entre acantilados confortables,
entre los cojines, cuales conforman;
una alameda.
Almohadones desgarbados;
convergen en un altar en cual me caso.
En este santuario sagrado
se escalonan las velas,
y los números y los nombres
pierden su esencia.
Auguro, un para siempre de desnudez.
Me apuro a desmentir a las distancias,
para sentirme unido,
más que cerca y pegado.
Los extras cercanos:
son labios sedientos,
que carnosos me esperan.
Cazadores de la tuya saliva,
de la voz de tu lengua.
Espontáneo: el ritual,
deja perplejo hasta al asombro;
frota el firmamento.
Toca el edén,
el genio de nuestras lámparas.
Las fibras se relajan;
cuando cumplidos están los deseos.
La demanda queda en pausa
y la deuda la arrastra el viento.
«Soy hombre, y, a tu lado marcho completo.
Soy un hombre que perdió la razón,
y al hacerlo... encontré la respuesta
para muchos misterios.»
Maestros somos, y alumnos,
en esta ceremonia.
Renueva el aire; el placer con su batuta.
Chispean, cual grata llovizna,
desde el extasis;
valses y sinfonías,
adagios y oberturas;
los sentidos se abren.
Desmenuzan, el do, y el re y el la;
los acordes.
Persiguen los gemidos
la taquicárdica lectura,
que aposentada sobre un fluctuante atril,
tiene puntos de locura.
La intuición ya me lo dijo,
-cuando te acerques,
sé decidido,
no sopeses ningún miedo,
no dispongas de mesura.
Así lo hice, y... ¡acerté!.
Lociones y cremas:
frenesí tocado por la suavidad.
La pasión, (enamorada),
novela la noche.
Le otorga el sol, ¡la luz!,
hasta que, cortés,
el alba susurre
exclamando ya el día.
Y el día transcurre,
prolonga la poética,
le regala estrellas,
deseos al cielo,
cometas y estrellas
que danzan al son
del amor cuando brillan.
Tus brillantes mechones,
desmantelan el sudor de mi piel;
mientras la erizan.
Son pinceles escribientes,
suavemente lustrosos,
que revolotean por mis adentros,
y cercenan mis miedos
cuando me prenden con sus cosquillas.
Somos merecedores,
de embriagarnos
y pendular ingrávidos
más allá de la tierra.
De estremecernos en la libertad,
abatiendo las alarmas
que subyugan a los tiempos.
... cerca de la vida.
... lejos de las guerras.
318-omu G.S. (Bcn.)