Hay en el fondo de las masas
un claro sabor de triunfo,
que se nota en el ambiente
caldeado de luchas y consignas.
Parecen preocupados los magnates
de la infame compañía
que hasta el presente explota,
con saña furibunda y hondo celo,
el trabajo del pobre asalariado
que dedicó su vida y su talento
a enriquecer del poderoso el arca.
Pero, hay un proceso de conciencia
en las cansadas mentes
y en las callosas manos
que un: ¡Basta! decidido dieron
a su desmedidas ansias.
Y es que el tiempo ha llegado
que el obrero y empleado,
el campesino y explotado,
den de un tajo al traste
con la humillación, el escarnio,
la esclavitud, el dolor y el hambre.
Porque, es cierto: El fruto está maduro,
el tiempo apremia y la victoria
por doquier a presentirse empieza
y sus aires en las mentes todas calan.
Y es justo que el oprimido y opresor
a la misma mesa no se sienten,
ni caminen hombro a hombro
pues sus suertes son antípodas.
¡Entonces, que el explotado surja
y el poderoso caiga consumido
en la miseria que labrara ufano!
¡Entonces, que se cambie el orden,
que se invierta del valor la escala,
que el oprimido victorioso triunfe,
que haya un pan más en su mesa
y en su techo de calor un poco!
¡Entonces, que su suerte en el futuro le sonría,
y que a su trabajo haya un salario justo,
y no le toque mendigar, lo que en justicia
a su dedicación le corresponde!
¡Entonces, que el poderoso clemencia pida!
¡Que se derribe el pedestal enhiesto
y por el suelo ruede añicos hecho!
¡Y sobre su tumba, gloriosa se levante
por mil brazos de oprimidos construida
de la equidad la gigantesca esfinge!