Desde que te fuiste, duermo.
De madrugada me desvelo.
Me sumerjo en libros y bocetos.
Fallidos intentos.
Partiste con tu violín y te llevaste el saxo.
Silencio sepulcral.
¿Cómo no voy a refugiarme en el lenguaje?
Quebrantada, es mi estilo el que me sostiene.
El verbo es sanador.
He de curarme, entregándome a mis huidizas letras que sólo te nombran.
Sola, minusválida, apoyada en el bastón de tu recuerdo.
Debo procrearme en esta soledad impuesta.