En voz baja,
dímelo en voz baja
como un mar sonámbulo
besa la sombra de una playa.
No argumentes clavicordios,
procede a contarlo sin espasmos,
tírame del alma con tus ojos
que traen manzanas de tu sangre
como hojas en otoño trae el viento.
En voz baja,
dímelo en voz baja
como un pequeño río
que horada el vientre de la noche,
sin orquestas en los cielos,
sin danzas en las flores,
que tu voz sea revolución de terciopelo,
lluvia de seda sin granizos,
aire al borde del deseo,
llama abierta por tus labios.
En voz baja,
dímelo en voz baja
como se dice lo sagrado del secreto,
el cáliz de lo íntimo,
la miga compartida del pan nuestro.
No toques tus campanas al decirlo
pero enciende tus hogueras al contarlo,
que tu carne joven
queme mi alma sin edad
como una carta el fuego del olvido.
Dímelo de nuevo en voz baja
sin música que manche el universo,
sin canciones que enturbien
nuestra boda de venas y de huesos.
Dímelo sin flechas en la lengua,
dímelo sin pólvora en los labios,
dímelo para no sentirte muerta,
dímelo con rostro de milagro,
dímelo bajo la lluvia en una calle
y cuando por fin me lo hayas dicho
no vuelvas a decírselo a nadie.