Regálame un pase para entrar a tu recámara, ¡no!, más bien no me lo regales, ¡véndemelo!, no, mejor no me lo vendas, ¡hagamos un cambio!, yo te regalo una noche de amor en tu cama y mil sellos de mis besos en tu cuerpo con garantía de cien años. Regálame una firma que me autorice para abrir la puerta de tu cuarto para ver todo lo que hay detrás de esa ropa sensual que vistes; y así terminar con este sentimiento extraño que siento, que me sube en forma de zigzag cuando muy cerca de mí estás, cuando de tentación mi cuerpo se reviste. Hagamos ese romántico trato; tú me das ese pase que tanto anhelo para a tu recámara poder entrar, yo te doy un boleto abstracto para que emprendas un vuelo, para que viajes en mis sueños y puedas convencerte de que en ellos tu seductor cuerpo siempre está.
A cambio de un pase a tu recámara te doy mil candentes abrazos y doce horas de aventuras al desnudo. ¡Eso, sí, ya te dije, será en tu cama!; ¡son mis reglas!: están prohibidos los rechazos, valen los largos instantes mudos ¡y está permitido reponer las ganas!