Lucero Moscoso

LA MAÑANA

Cómo un latir de perros 
tan salvaje como bella, 
quién no adivina siquiera
que caída el alba argenta
con su rímel de menta
−¡ya la noche muerta!−
de sus ramas… donde ardieron las estrellas
¿pende una cascada de promesas?

Que en sus magnolias envuelta
encala en súplica de pétalos cubierta
toda silueta, toda senda, toda huella,
que con ella estalla la flor sus venas
y… ¿equívocas las distancias se acercan?

Que medido el sufrimiento
−aunque la vida apriete y duela−
¿acaso no es asaz milagro que amanezca?

© Derechos reservados
Propiedad intelectual Lucero Moscoso
Bogotá D. C. Colombia