Confinado en una maceta,
se nota mucho lo sediento,
aunque no hablas con palabras,
con tu apariencia, te descubres.
Parece de risa, que un árbol,
sea la copia de lo que que siento,
el sol empieza a pararse,
rayos directos, quitan sombra.
Me pego como sanguijuela,
al pedacito que me ofreces,
miro a dos diminutos frutos,
tan secos y amarillentos.
Ayer no estaban, acaban de caer,
tan pequeños, cuando los abro,
llega su olor apetecible,
con mi lengua húmeda los cato.
Están con sabor poco amargo,
por la situación tan árida,
dulce escondido a mis papilas,
fiel a sus posibilidades.
Regala lo único que tiene,
mi corazón parece un árbol,
vivo la sequía del amor,
sólo que no doy ningún fruto.
Mi egoismo, denme agua primero,
daré muchas canastas de ellos,
mi hermano vegetal me enseña,
con o sin agua, da cosecha.
Aunque poca, lo sigue haciendo,
la esencia, del sabor, la misma,
cuando alguien me da, yo les amo,
no es así, todo lo contrario.
Dentro de mi, un bosque de árboles,
lloro, algunos son estériles,
egoismo y deseo personal,
mezcla como café con leche.
Tengo un vaso con agua oscura,
es la que bebo y la comparto,
está la fuente a mi alrededor,
mana de lo que necesito.
Solamente estirar la mano,
la corriente se derrama en el,
la visión imaginativa,
contenido se va aclarando.
¡Estira la mano!, ¿O eres invalido?.
EL POETA DEL AMOR.