Amadeus

El sexo endemoniado

Si más endemoniada estabas en el momento en que encontré tu acantilado, tus pupilas ya exhaustas de tanto éxtasis vertido y al mi mirada cruzarse con la tuya erguida, ya tus caninos invadían mi piel.  Tus labios dulces como la miel, empalagando mi garganta, llenándome de tu ser.  En este encuentro prohibido solo se ha dejar querer; de quererse desde las entrañas, de querer impregnarse en la piel.  Mas una tregua entre caderas puede surgir simple, es mucho más; es una danza entre intercambios de dulces besos; entre una caricia interminable y una con tiempo mesurado; es una coordinación entre quien dirige la danza y quien se deja llevar; entre amar de menos y de más al cuerpo del otro. Somos tu y yo; dos cuerpos una sola alma deleitándonos con un solo placer.