Te fuiste de madrugada
de aquella noche cerrada,
e impotente te vi partir
sin poder por ti hacer nada.
Con fuerza apreté tus manos
para evitar que te alejaras.
¿Cómo es posible Señor
que estuvieran frías unas manos
siempre llenas de calor?
No tuve el valor, Samuel
para verte transpasar
la frontera de la vida
que nos lleva hasta el más allá.
Y cuando quise darme cuenta
de la implacable realidad,
sintió mi ser la derrota
de nuestra batalla compartida
entre la muerte y la vida.
Te llevaré en el alma
mientras viva, tú lo sabes
porque sigo de ti enamorada,
del esposo, padre y abuelo,
por eso tu recuerdo mi vida
es mi refugio y mi anhelo.
Rogaré para que mis deseos
de hoy se puedan convertir
en un milagro de amor,
y entre mis brazos sentir
latir tu corazón.
Tu esposa que no te olvida.
Fina Simón