José Jacinto Corredor Cifuentes

OFRENDA

 

Tenía quince años, grácil el andar,

la figura como las palmas,

el reír sonoro, profundo su mirar

y como el clavel, los labios sonrosados.

 

Las mejillas con el sonrosado de la aurora,

al viento la ondosa y negra cabellera,

el cuello de contorneadas formas,

y el rostro de delicadas líneas.

 

Toda ella, pureza y candor encerraba,

se fue metiendo palabra por palabra,

mirada por mirada, sonrisa por sonrisa

en los pliegues de mi mente y mi razón.

 

Corrieron los meses, los años; el destino

en sus caprichosos giros, unió a mi vida la suya

y del tal manera fundió nuestros senderos,

que hoy somos alma y cuerpo, corazón y vida.

 

Seis estrellas de aquella unión brotaron

que alegran nuestros días, nuestras noches;

por no dejar que su luz marchite ni fenezca,

sino que se avive y crezca, todo lo entregamos.

 

Se entregó a mi toda, su comprensión y su cariño,

su corazón, su alma y su bondad. Tres lustros

de sus sueños y desvelos me dio sin reticencia

sirviéndome cual esclava a su señor, enteramente.

 

Hoy que cumple un año más y que comparo

presente con ayer, encuentro que no en vano

a su fidelidad me he dado sin recelo

y la contemplo más hermosa en su candor.

 

Por eso mi pluma, estos versos le arranca a la musa

que otrora la inspirara con largueza y sin mesura,

para, como ramillete de floridos perfumes

a sus plantas dejarlo en ofrenda amorosa y sencilla.