De niña no registraba los abrazos.
Creía que era algo establecido, en fechas especiales.
Ahora, los abrazos son algo esencial.
Un abrazo tiene múltiples implicancias.
Cuando abrazo a mi familia la sensación de incondicionalidad me sobrepasa.
Es algo muy cercano que destila afecto.
Con cada pareja, el abrazo era la resultante de la personalidad del otro más esa comunión que existía entre ambos.
Abrazos de ahijadas y sobrinos surgen tan espontáneamente que me conmueven. Los veo tan sinceros…
Hoy me detengo en los abrazos con mis amigos. Selectiva, escojo a mis verdaderos compañeros de ruta.
Soy muy afortunada, tengo varios. Y eso es tan grato…
Con ellos se han establecido mis queridos “abrazos espesos”.
Nos vemos de viernes a domingo.
Siempre alguna “visita de médico” en la semana.
Abrazos mágicamente sanadores.
Y en cada momento tengo la certeza de la reciprocidad. Nos fundimos en ese abrazo contenedor que alienta a la sinceridad y al cariño que nos une.
Abrazos que prometen todo lo que cada uno puede necesitar, en ese momento de cercanía absoluta entre verdaderos amigos.
Abrazos centrales que quitan matices grises y ayudan a que veamos más optimistamente lo que hoy puede ser un problema.
Lazos amicales. Abrazo entre pares.
Uniones puras y justas en calidad y calidez.