Dime tú bella doncella
de blancura y alba,
por qué hoy no brilla tu rostro enamorado
entre la perpetua penumbra oceánica,
por qué no has quebrado el idílico mar
en mil cristales de prófugo romance,
por qué la suerte de tu sombra es fría
y la húmeda brisa un lamento que se
arrastra al canto de las olas.
Dime tú bella doncella,
a donde fue tu caballero, ese que iluminaba
tu sonrisa como a una estrella,
ese romántico de Venus e infiel a Marte,
aquel mismo de Galileo amigo
rey de la luz y el horizonte.
Dime tú bella doncella,
por qué tan solo miro tus hermosas
lágrimas de firmamento,
escarchas tristes en el cielo.
Dime donde dejaste
tu traje de noche romántica
de mieles de campo e ilusiones de amor.
Dime tú bella princesa,
¿dónde estás?
por qué de este mortal destruyes el alma.
Alma lunática y platónica de esperanza.