A Adelis
Esta gallarda ave, bien mío,
anuncia cada mañana,
con su singular canto de exactitud cronométrica,
la llega de un nuevo día a nuestra vida y por ello,
como gratitud, debemos elevar una plegaria a Dios
para regocijo espiritual
y como signo de de subordinación a los designios
del Arquitecto del Universo,
que nos ha permitido ver nuevamente la maravilla de los rayos del sol,
extasiarnos en las nubes que en el cielo,
al desplazarse suavemente,
construye maravillosas obras de arte dignas de ser plasmadas
por los pintores más excelsos,
y oír el bullicioso cántico de los pajarillos que,
de rama en rama en la adormecida flora,
juguetean de júbilo,
transmitiendo a quienes los oyen un mensaje de ingenuo amor.
¿Por qué escogería Dios al primoroso gallo
para anunciar al tercer canto el desconocimiento de Jesús, el Hijo del Hombre,
el bienamado Nazareno, por parte de Pedro, su discípulo?
Caprichos divinos, cual el de sacrificar a su único hijo
para que redimiera a la humanidad.
El gallo es símbolo de valor ilimite
y fue, bien mío,
el vehículo espiritual que me hizo saber de tu existencia
y el tuyo para saber de la mía.
¿Lo sabías?
Hasta que te conocí mi ignorancia sobre los múltiples
valores de esta ave que viajó en el arca del patriarca Noé era absoluta.
Por ti escudriñé su vida
Y la importancia que ha tenido que ha tenido en el mundo
a través de los años.
¡Que Dios te bendiga!