Contaré trescientas veinte veces trescientos
para besarte toda.
Vendré bajando desde la cresta hasta la cauda,
desde los riscos hasta las grutas,
de ala en ala, de pluma en pluma,
bajo tu sombra y bajo el aroma,
y por encima de lo que el alba
me dijo nunca me le acercara.
Empezaré de este a oeste
fijando un punto sobre tu frente.
Iré contando lento y despacio
pues hay besos que valen oro
dejarlos quietos sobre tu dorso.
Y hay besos que son de encanto
y esos los pongo juntitos todos
a que se agrupen
abanicando tu dulce vientre.
Hay besos que se hipnotizan,
se vuelven locos y caen cual flechas
para perderse en tu pecho y vibran.
Hay besos, y tantos besos,
que voy contando sin darme prisa.
Y cuento y cuento sin agotarlos,
sólo que ericen tu piel y tiemble.
Y cuando llego a doscientos treinta,
sin que lo notes,
finjo demencia para iniciar de nuevo
la cuenta en cero:
trescientos veinte, trescientas veces.
De oeste a este para ubicarme
y llenar de besos esos espacios
que me faltaron de este a oeste.
Trescientas veces para que sueñes.
Trescientas veces para que vibres.
Trescientas veces, a que me beses.
De este a oeste, cubriendo todo,
para animarte, para extasiarte,
para que sientas la primavera
que va naciendo desde tu vientre.
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Salvador Pliego
Mi blog: http://salvadorpliego.wordpress.com/