De las estepas heladas, donde el pan viene en un bloque de hielo y la leche congelada, viene el viento frío que traspasa los huesos.
Casi en semana Santa, que anuncia la primavera, no quitamos los abrigos ni la ropa más caliente para hacer frente a un frio que no nos deja.
Como hoy con un sol brillante, que nos invita a pasear, no lo hago, pues mi nariz empieza a gotear y los ojos lloran cortados por el viento crudo y helado.
Así están las personas, afiladas como dagas, sin sentimientos ni calor humano, listo para herir nuestros corazones.
Antes, deseábamos tener en Navidad la visita de un poco de nieve, influencia de películas con bellas canciones y una historia humana. Todo pertenece al pasado. Hoy pedimos que pare de nevar, pues son meses enterrados en ella. No digo que no sea bello el paisaje, pero quien vive rodeado por ella, es difícil y penoso.
Echo de menos los veranos calientes, las primaveras suaves, el sentir que el invierno ya se iba, guardar la ropa pesada y gruesa, cambiarla por otra de colores y más finas, Siento que el tiempo ha cambiado, deseo que no sea para siempre, que vuelvan las cuatro estaciones como antes.
Nuestro cuerpo lo necesita, así como el alma. Renacer, sentir la fuerza de la naturaleza, como los arboles llenándose de flores, los canticos de los pájaros, la transparencia de las mañanas en su despertar.
Tres años, pasaran desde el último verano verdadero. Ya era hora de que viniera otra vez, pues el sonido de cada estación es distinto, la belleza también. No quiero pensar que no vendrá la primavera y el verano como deben ser.
Este amargor, en que vivimos, en medio de tanta incertidumbre, tiene que tener solución, el calor del sol nos ayudaría un poco a esperar que todo pase y deprisa, hay un agotamiento que se nota en la gente que lastima el más duro corazón.
Toda esta crisis ya estaba fermentando hace años, no fue en meses que apareció. Como pan podrido, tenemos que echarlo fuera y volver a hacer un nuevo e que dé para todos. Que marche el invierno, el frio helado, la lluvia e lleve esta tristeza en que intentamos vivir.
Lo único que puedo decir, a quien nos ha quitado el provenir con esperanza y alegría, sencillamente como Cristo lo hizo en la cruz, digo: “Perdonale Señor porque no saben lo que hacen.” Y a Él Le pido, que nos regale la primavera, el verano, otoño y un invierno más suave e corto. Aceptaría estos inviernos duros y helados, si la blancura de la nieve limpiara las almas e corazones de enfermos mentales que sin respecto por nadie nos martirizan.
En esta triste y helada cuaresma, deseo que pase e no vuelvan otras más. De verdad yo quiero vivir como los que como yo, sufren e llevan a duras penas el día a día sin saber si hay futuro primaveral, para todos.
Oporto, 14 de Marzo de 2013
Carminha Nieves