Doña Fresia anda paseando
por largos caminos de tierra
se confunde con las flores
en el jardín de enredadera.
En diez minutos vuelve con el pan
amasado y calientito
lo guarda bajo el morral
junto a los frutales humedecidos.
"Llego a la hora del té"
le canté a mi mamita la doña
entre risas y zancadillas
me recibe en su regazo olor a rosas.
Compartimos mucho aquella tarde
hablando del nudo y los palillos
del color de las enaguas
y de las piedras de su anillo.
Los ojos de mar profundo
envueltos entre tanta arruga
la hacen ver tan preciosa
que con silbidos me arrulla.
Voy a dormirme en su falda
acomodándome en sus abultados brazos
llenos de caramelos y dulces
que la mamita muy bien ha guardado.
Provoca la infancia eterna
en un sueño que muy bien conozco
fui tu niña Doña Fresia
y ahora eres tu mi tesoro.