Me encontré con la tarde un buen día:
Eran de agua sus ojos, mi melancolía…
Esa mujer me miraba desde todos los bosques
y reía y reía a fuerza de trinos y toques,
me habló mirándome sin miedo a los ojos:
“Tu tristeza amigo, no es tristeza de abrojos,
tampoco es delirio ni angustia de muerte,
es mucho más terrible y lastimera tu suerte.
Yo entiendo, pobre viajero, tus dolores”
Sí, tarde, se que le adoro y ella no me ama,
ella es mi amada, mi pequeña dama.
Su nombre es María, María Dolores,
¡Si tu primero la encuentras, dile mis clamores!