No es a mí a quien mimas, halagas y aplaudes.
Te encandilas de lo que ves, de los personajes y del escenario.
No es a mí a quien elogias.
Vas de un lado a otro emocionado,
atrapado por una magia invisible para mi.
Te enalteces y gritas, exiges,
nos demandas sudor y lágrimas,
risas, golpes y palabras claras.
Te sientas en tu butaca predilecta
y nos diseccionas con la mirada,
nos juzgas, nos enjuicias y das tu veredicto final.
No es a mí a quien amas, adoras y reclamas.
Es tu ego de artista que se enorgullece de su obra,
que la eleva, la trasporta y la gente admira absorta,
sin comprender que ya no hay nada
una vez puesta en escena deja de existir, no importa.
Todo vuelve a empezar, el proceso no descansa,
tu mente sueña sin demora
tu locura venera, exagera y crea.